Un tipo casi normal...

No me gusta que me hablen los taxistas. Tampoco cuando me cortan el pelo. No me gusta que cuando estoy mirando ropa alguien se me acerque y me diga hola, ¿te puedo ayudar? Ni aunque esté buena. Me gusta leer libros de pie en las librerías, aunque me pongo nervioso cuando una chica se pone a curiosear un libro a mi lado. Cualquier día me dará por invitarla a un café. No me gusta el café. Lo de invitarla "a un café" sería sólo por convención, se entiende. Para que supiera que tengo huevos pero que no soy peligroso. Tú me decías eres peligroso, miras hondo. Y yo respondía, te dije que no te convenía quitarme las gafas. No me gusta hablar con desconocidos. Con algunos. El taxista de esta mañana. Sólo me corto el pelo tres veces al año. Tú me llamabas Principito.

sábado, 28 de marzo de 2015

T


Esas grúas altas en forma de T que a lo lejos construyen edificios
arañando el cielo.
Te veo mirarlas, adivinar mi respuesta cuando me dices
“yo sería capaz de saltar desde lo alto de una de ellas”
tan sólo para que me quede claro
que no hay amor que retenga
tu fascinación por la caída.
“Sería capaz”, dices,
y yo callo las afonías de las palabras grandes,
pues las palabras son camisas de flores,
manga corta que nunca abrigan
el frío de los precipicios que escrutas desde el suelo.
No te digo palabras soldadas al aire
pues las palabras son catedrales hechas de alas de mariposa,
las palabras son hilo de algodón de azúcar,
las palabras son vidrieras provocando al balón.
No te digo nada, tan sólo te veo mirar las grúas altas
y enseguida entiendo la verdad de las mujeres rotas:
quien está dispuesta a saltar, no le teme a caerse.


Blanca es la ausencia

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