Un tipo casi normal...

No me gusta que me hablen los taxistas. Tampoco cuando me cortan el pelo. No me gusta que cuando estoy mirando ropa alguien se me acerque y me diga hola, ¿te puedo ayudar? Ni aunque esté buena. Me gusta leer libros de pie en las librerías, aunque me pongo nervioso cuando una chica se pone a curiosear un libro a mi lado. Cualquier día me dará por invitarla a un café. No me gusta el café. Lo de invitarla "a un café" sería sólo por convención, se entiende. Para que supiera que tengo huevos pero que no soy peligroso. Tú me decías eres peligroso, miras hondo. Y yo respondía, te dije que no te convenía quitarme las gafas. No me gusta hablar con desconocidos. Con algunos. El taxista de esta mañana. Sólo me corto el pelo tres veces al año. Tú me llamabas Principito.

lunes, 6 de octubre de 2014

Silencio

Nunca regresó una voz
lanzada en las praderas de la ausencia.
Por definición es imposible ahí el eco,
como inútil es gritar en la Luna.
Ante tanto blanco, lo oportuno entonces
es callar,
que sea el silencio el que defienda
que el rastro de sangre seca entre tus manos
es sangre de los dos,
que tú también tienes el pecho gangrenado
y respiras por la boca abierta estorninos muertos
como suda la piel
el exceso de tinta del tatuaje.

Poema inédito, descartado.

3 comentarios:

  1. La delgada línea que separa, a veces, lo que no puede darte de lo que no quiere darte. Ahí me he matado más veces que en cualquier destrozo de poema.

    Qué bonito lo haces, qué bonito.

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  2. Lo que no puede, lo que no quiere... Para el caso es lo mismo: nunca deberíamos pedirlo.

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  3. Es la continua manía de buscar no a quien es, sino a quien tu quieres que sea.
    Continua, estúpida, y desastrosa.

    Cuídate.

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