Un tipo casi normal...

No me gusta que me hablen los taxistas. Tampoco cuando me cortan el pelo. No me gusta que cuando estoy mirando ropa alguien se me acerque y me diga hola, ¿te puedo ayudar? Ni aunque esté buena. Me gusta leer libros de pie en las librerías, aunque me pongo nervioso cuando una chica se pone a curiosear un libro a mi lado. Cualquier día me dará por invitarla a un café. No me gusta el café. Lo de invitarla "a un café" sería sólo por convención, se entiende. Para que supiera que tengo huevos pero que no soy peligroso. Tú me decías eres peligroso, miras hondo. Y yo respondía, te dije que no te convenía quitarme las gafas. No me gusta hablar con desconocidos. Con algunos. El taxista de esta mañana. Sólo me corto el pelo tres veces al año. Tú me llamabas Principito.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

La liviandad de los vulnerables

“La armadura protege, sí, pero impide una cantidad de movimientos imprescindibles para la batalla.”
RUBÉN TEJERINA

El acto comunicativo más complejo es emitir silencio y que el otro te comprenda.


Leernos el silencio,
que me digas, callando,
que eres una funambulista
y caminas la cicatriz del acantilado;
que te avise, callando,
de que mis manos aún tiemblan el viento
de la sima tierna.
Y entonces, todo ya dicho,
quitarnos la armadura que nos protege,
pero que nos impide bailar los truenos
que dan la razón a los relámpagos.

Blanca es la ausencia

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